No
se trata de simples caprichos o de querer imprimir un sello personal de
gobernar, se trata de la gran reforma, la madre del desarrollo de este país, se
trata sin duda de la reforma educativa. Nuestro país se encuentra en los
últimos lugares en cuanto a resultados de evaluación por parte de organismos
nacionales e internacionales, con estándares de calidad educativa lamentables y
deplorables. El factor detonante del despegue económico de una nación reside
esencialmente en la educación. Naciones como Singapur lo han demostrado,
inicialmente como subdesarrolladas y hundidas en la corrupción y miseria, pero
después de ajustes en el rubro educativo, son ahora potencias y puntas de lanza
en crecimiento y desarrollo. Es por ello que la reforma educativa impulsada por
el actual gobierno de Enrique Peña Nieto no solo era necesaria, sino que ahora
es imprescindible.
Toda
persona con dos dedos de frente sabe que la evaluación es pragmática, es
indicadora de eficiencia y permite conocer deficiencias, en pocas palabras, es
integral. Además de que como bien lo mencionara Peter Eigen, fundadora de
Transparencia Internacional: “Si quieres mejorarlo, hay que medirlo”, por ello
la evaluación a los docentes es la médula de la reforma educativa. Es por eso
que resulta inaceptable y reprobable a todas luces que los maestros de la CNTE
le hayan declarado la guerra al gobierno federal y a la SEP al suspender las
clases para evitar ser evaluados y seguir privatizando espacios públicos al
adueñarse de la educación aunque para ello tengan que sacrificar a los alumnos
al suspender indefinidamente las clases para salir a enfrentar la reforma
educativa. El gobierno ha respondido de manera atinada en dos sentidos:
primero, arrebatándole a los estados el pago de la nómina magisterial y, en
segundo, despidiendo a los maestros faltistas, tal cual debe de ser según la
misma legislación laboral. Es cierto que Aurelio Nuño, Secretario de Educación
Pública, cumple con las indicaciones que en materia educativa le indica el
primer mandatario, sin embargo, algo en él debe haber visto el Presidente Peña
para encomendarle tan compleja labor, por lo que hasta el momento, su postura
ha sido la apropiada y su determinación la correcta. Aurelio, sin duda, está
cumpliendo con las expectativas de un Secretario de Educación frente a un
sistema viciado y simplista que se niega a la profesionalización y para ello
recurre a prácticas de intimidación y violencia tendientes a mantener
privilegios a costa del desarrollo de este país.
Bien
por el actual gobierno, bien por el Secretario Nuño, esta guerra aún no
concluye y para ganarla lo que necesitamos son líderes con determinación y que
no les tiemble la mano para meter en cintura y corregir lo que debe ser
corregido, pues esta en juego nada más y nada menos que el futuro de este país.
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