VERACRUZ, EN
SITUACIÓN DE URGENCIA
La alternancia política lograda debe ser mucho más que solo
unos nuevos cuadros directivos al mando. El tamaño de la tragedia veracruzana hasta
ahora conocida y la derrota electoral de ese grupo político, exige de los
ganadores de la elección una transición de fondo, la que reclama la sociedad
vulnerable, harta y desencantada.
Desde ahora debería darse señales de que éste será un
gobierno diferente, un gobierno con nuevas formas de ejercer el poder y
administrar los recursos ajustados a la ley, comprometido con la transparencia
y rendición de cuentas como plataforma de acción y particularmente consciente
de que la eficiencia y la responsabilidad de dar resultados es un imperativo
del tiempo que durará en el encargo.
Los partidos que conforman la coalición que da origen al
gobierno entrante PRD-PAN, el arribo vital para el juego democrático de MORENA
y la nueva condición de fuerza política ya no en el gobierno, ni con mayoría
del PRI y sus aliados tendrá que obligar a estos actores a poner un mayor
esfuerzo y una mejor calidad en la discusión política. A todos les fue
extendido un cheque de representación que no está en blanco, que refleja una
nueva configuración de las voluntades ciudadanas que debe obligarlos a estar a
la altura de las circunstancias.
Estamos, en Veracruz, en situación de urgencia, de obligada
e inmediata construcción de salidas ante la evidencia de las corruptelas e
impunidad del gobierno y la ingobernabilidad generada, el debate que se
solicita en este escenario no puede montarse sobre la descalificación de todo y
de todos o sobre un escenario sin conflictos o de consensos totales; lo que
requiere es el establecimiento de un diálogo que, en el reconocimiento de los
pesos y contrapesos consustanciales al ejercicio político y de gobierno,
reconozca que no puede haber simplemente acuerdos de suma cero, que nuestra
entidad requiere de generosidad política para reconstruirse, de compromisos
ciudadanos para restaurarse, de la decidida suma de voluntades de todos los
principalmente involucrados en esta apuesta, tanto del ejecutivo como del
legislativo.
La miseria y la desvergüenza de la clase política que
gobernó los últimos doce años tiene que ser el fondo del que tenemos que salir;
las consecuencias nefastas del predominio de esas formas de convivir y hacer el
ejercicio de la administración pública y la política tienen que cesar;
reconocer las dificultades debe trascender el patinar en el fango de las
lamentaciones que no generan propuestas, perdiéndose en las arengas y las
descalificaciones. Empecemos cuanto antes pues se necesita mucho más para
revertir la situación.
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