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EL APAGÓN / Samuel Cepeda Tovar



Con el nada pertinente estribillo: “una empresa de clase mundial”, la Comisión Federal de Electricidad” se ostenta y vanagloria en sus diversas apariciones en medios de comunicación. Sin embargo, la realidad es inversamente proporcional a lo que en teoría esta empresa, ahora llamada productiva, intenta parecer ante los millones de usuarios del servicio eléctrico. Y es que un apagón casi generalizado en la ciudad de Allende, Coahuila, el pasado 2 y 3 de Agosto, con una duración de aproximadamente 15 horas, solo denota ineficiencia, improductividad y falta de planes de contingencia para atender problemas que pueden ser bastante calamitosos como el apagón antes mencionado. Las afectaciones son considerables, pues no se trata solo de que los usuarios del servicio pasen una mala noche con temperaturas superiores a los treinta grados, sino de la afectación a la misma economía tanto de las personas como la economía organizada. Pues gasolineras, centros comerciales y de conveniencia dejan  de funcionar frenando el dinamismo económico, además de las pérdidas de insumos y productos que requieren refrigeración para su venta. Cualquier empresa que se preste a llamar productiva cuenta con  planes de contingencia que prevén situaciones desde las más sencillas hasta las más complejas. Cuentan con inventarios en los que poseen refacciones y enseres para cualquier eventualidad, pues su objetivo es la producción ininterrumpida. No puedo imaginar una Littelfuse o una Constellation Brands con un paro en su producción por más de 15 horas, esto les costaría millones de ganancia, por lo que dichas empresas cuentan siempre con lo elemental para no dejar de funcionar. Quizá suene bastante disímbolo comparar una empresa privada con una pública, sin embargo, desde que la CFE paso de ser una empresa paraestatal a una productiva, su denominación la obliga a cumplir su cometido por antonomasia. Añadiendo a esto que la empresa es un monopolio, por lo que con mayor razón su eficiencia debe ser absoluta. Sin embargo, la CFE es una empresa que hace muchos años se encuentra en números rojos, con una carga laboral bastante pesada y con una sobrecarga terrible de pensionados que simplemente tienen quebrada a la empresa, y es que tan solo las pensiones no financiadas de los trabajadores de PEMEX y CFE suman el 10% de nuestro PIB, mucho muy por encima de lo que se invierte, por ejemplo, en educación pública, por lo que resulta imposible invertir recursos para volverla realmente de clase mundial. Al pésimo servicio le podemos sumar los altos costos, pues la industria paga 69 por ciento más por electricidad que en Estados Unidos, los comercios 135 por ciento más, los hogares de alto consumo 149 por ciento más. Y para seguir con las desgracias de la CFE, en 2015 la empresa reporto un boquete financiero por la cantidad de 35 592 millones de pesos, es decir, un aumento de sus pérdidas de más de 165% con respecto al 2014. De todo ese desastre surge la pregunta obligada… ¿de quién es la culpa de la ineficiencia de la CFE producto de su quiebra financiera? La respuesta es sencilla, pues en su informe anual de la CFE entregado al congreso en 2015,  informó que el pago de las prestaciones sindicales a sus 74 mil 665 trabajadores agremiados implicó una erogación anual de 30 mil 409 millones de pesos, cifra superior al aumento de ingresos propios que reportó la empresa en 2014, que fue de 21 mil 982.5 millones de pesos. Es decir, un déficit de más de 8 mil millones de pesos. Hemos descubierto la razón de la quiebra, misma que no permite invertir para que la compañía pueda ser un día una empresa de clase mundial en beneficio de todos los usuarios.


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