Es
cierto, el intercambio comercial entre México y Estados Unidos ha tenido
resultados asimétricos, beneficiando sin duda alguna en su mayoría al vecino
del Norte, y también es cierto que sólo los grandes consorcios en México han
encontrado beneficios en este acuerdo comercial, por lo que podemos deducir que
las ganancias de dicho acuerdo han sido en términos macroeconómicos.
También
es cierto que el efecto Trump ha generado una reacción emocional sin
fundamentos racionales en muchos mexicanos que proponen dejar de consumir en
cadenas comerciales estadounidenses tanto de comida rápida, como en
autoservicios y tiendas de conveniencia. Nada más desatinado y fuera de lugar
he escuchado en este inicio de año que dicha propuesta nacionalista. Combatir
un fanatismo con otro fanatismo solo traerá como resultado destrucción, sobre
todo en el eslabón más débil en esta historia comercial que ahora se tambalea.
Y es que los promotores del “nacionalismo
puro” de pronto olvidan aspectos insoslayables en una simple relación
comercial: la inversión extranjera directa y la generación de empleos derivada
de la misma.
Tan
sólo para este año, nuestro país espera recibir 25,000 millones de IED, y a
pesar de estos datos, nuestro país cayó dos lugares entre los países que atraen
IED según la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD) al pasar del lugar 13 al 15.
En el
caso particular de Estados Unidos, dicha nación ha invertido en nuestro país a
lo largo de más de 10 años más de 153,000 millones de dólares. Pero los
nacionalistas desean frenar dicha inversión al dejar de consumir en tiendas que
huelan a “economía yanqui”.
Los
datos son sin duda contundentes, solo por mencionar algunas tiendas de Fast
Food en México, tenemos por ejemplo la cadena Burger King, que genera más de 15
mil empleos con más de 450 tiendas en México, Mc Donalds emplea a más de 11 mil
trabajadores con más de 400 tiendas, Carls Jr., posee 200 sucursales, Dominos
Pizza cuenta con más de 600 sucursales, Starbucks genera más de 3000 empleos.
Cabe
mencionar, que estas tiendas emplean a miles de jóvenes en turnos de medio
tiempo lo cual les permite estudiar y trabajar y que para muchos supone ser su
primer empleo. Sólo Starbucks reporta 650 solicitudes de empleo de manera
mensual, Burger King recibe 20 solicitudes diarias.
Pero
dejemos las bondades del empleo que deriva de la presencia de estas cadenas
comerciales y enfoquémonos en el beneficio fiscal, pues estas tiendas pagan
Impuesto al Valor Agregado y dicha recaudación supera la nada despreciable
cantidad de los mil millones de pesos, es decir, los beneficios van es dos
sentidos: generación de empleo y aportación fiscal.
Pero
esos beneficios son lo de menos, pues la ofensa del decreto de la construcción
de un muro ha sido tan profunda que no podemos quedarnos de brazos cruzados,
como buenos mexicanos, debemos buscar “el desquite”.
Por
eso debemos dejar de consumir en dichos comercios, debemos hacer que quiebren,
que miles de estudiantes que dependen de esos empleos queden a la deriva, que
nuestras maltrecha economía caiga otros dos peldaños más en Inversión
Extranjera, que nuestro vapuleado fisco deje de recibir miles de millones de
pesos, debemos hacerlos pagar por su osadía de construir un muro que ya lleva
mil kilómetros de construcción, debemos dejarles ver que los que mandamos somos
nosotros, aunque esa valentía y nacionalismo perverso nos hunda más de lo que
estamos.
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