Paúl Garza Rodríguez
En lo
personal soy enemigo de los empates, de las tablas pues en las partidas de
ajedrez. En eso siempre coincidí con el eterno Bobby Fischer: eliminar los
medios puntos de los inevitables empates y acumular las primeras equis
victorias para determinar el campeonato mundial.
Incluso,
como organizador de torneos, he estado muy tentado en aplicarlo como regla en
futuras competencias para evitar las fraudulentas “tablas de compadres” para
favorecerse con los primeros lugares y por ende agenciarse los premios.
El forzoso
empate de Magnus Carlsen realmente apestó, así a secas, iba a escribir: dejó un
mal sabor de boca, pero no!, dejó un olor hediondo, fue una vomitada para todos
los que amamos el ajedrez y pugnamos por la honestidad y la ética en el juego.
En esta
doceava y última partida ya intuía que el noruego, aun con la iniciativa de las
blancas, no iba a lanzarse a la yugular contra el ruso para vencer de manera
espectacular y retener el título mundial, pero oh, decepción!, no quiso
arriesgarse y apostó por una cobarde y mediocre salida del empate para irse a
las partidas rápidas.
Como lo
apuntaba en la colaboración anterior, no me equivoqué al vaticinarlo porque
precisamente el campeón mundial de partidas rápidas es el propio Magnus Carlsen
y seguramente se impondrá ante el análisis metódico del ruso Sergey Karjakin
quien perderá por falta de tiempo.
Amigos: esto
de las tablas y las partidas rápidas no es ajedrez, es otra cosa en donde el
tiempo es el protagonista principal por encima de la inteligencia, la sabiduría
y el razonamiento de los contendientes que poco o nada pueden hacer cuando el cronómetro
se les agote.
Recuerdo que
en la década de los setentas y ochentas los relojes no estaban de moda y era
difícil adquirirlos por su costo, y tampoco al alcance comercial. Los torneos
los celebrábamos sin relojes, es decir, las partidas se jugaban hasta que
alguien diera jaque mate o el rival abandonara ante la falta de recursos para
defenderse o hacer tablas, sin importar cuántas horas hayan pasado.
Ese era el
verdadero ajedrez, aun y cuando se emplearan minutos y minutos para mover una
jugada, pero una jugada sólidamente razonada, generando sacrificios,
combinaciones y mates que nada le pedían a los maestros de ajedrez de renombre.
Sin embargo
este desenlace final por el campeonato mundial con unas tablas provocadas por
un temeroso campeón Carlsen, no era el esperado. Repito, fue una actitud
pusilánime del escandinavo no hacer frente al retador y dar todo hasta el final,
prefirió mejor refugiarse y forzar tablas para irse a las partidas rápidas.
Y el
resultado de quien gane este miércoles, si Carlsen retiene su título o si
Karjakin lo vence, será más circunstancial por el Dios Tiempo que por un ajedrez
más pensado.
Ni modo, dejó
mucho que desear este campeonato gracias a los berrinches de un inmaduro y
nervioso Carlsen, pero en mi opinión Karjakin mereció llevarse el título
mundial.
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