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EL RETORNO DE VIDEGARAY / Samuel Cepeda Tovar


Sin duda fue el cerebro de la campaña de Enrique Peña Nieto para la presidencia de la república, el brazo derecho y el denominado “hombre fuerte del presidente”, el más connotado y brillante miembro del gabinete presidencial del actual sexenio.  Egresado en Derecho por la UNAM y en Economía por el ITAM, y con una brillante tesis doctoral en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) del cual se graduó con honores, titulada: “la respuesta fiscal a las crisis petroleras”. Encabezó la Secretaria de Hacienda y Crédito Público durante cuatro años, con resultados bastante cuestionables e inversamente proporcionales a su desempeño académico. De pronto, el hombre fuerte fue desplazado del gabinete presidencial y sustituido por orden del presidente, su pecado: ser el artífice intelectual de la reunión en México del entonces candidato republicano Donald Trump y nuestro presidente de la república. No obstante, el tiempo le daría la razón y ahora, por el mismo presidente, ha sido nombrado representante de nuestro país ante el equipo de transición del ahora presidente electo Donald Trump. Lo que sin duda parecía la caída definitiva de un hombre brillante producto de un error de cálculo político, ha resultado ser el resurgimiento de un visionario que supo adelantarse y vislumbrar un escenario en el que más valía acercarse al enemigo.

De las decisiones tomadas por el presidente Peña Nieto, me parece que esta es la más acertada de su sexenio, pues sin duda, la incertidumbre sobre el destino de nuestro país ante el discurso agresivo del republicano ahora electo presidente requiere de un representante inteligente, visionario, con las credenciales suficientes para poder tomar las decisiones adecuadas en los momentos precisos. Luis Videgaray se presenta ahora como el hombre fuerte ya no del presidente, sino de nuestro país en general, pues en sus manos estará el destino del inicio de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y México. Relaciones que no apuntan, al menos hasta este momento, hacia un escenario prometedor, mucho menos cuando el presidente electo norteamericano ha mostrado su aversión a los tratados comerciales internacionales al anunciar que apenas tome posesión, de entre las acciones de sus primeros 100 días de gobierno, será exterminar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), que fue firmado en febrero de este año por 12 países que, juntos, representan el 40% de la economía mundial y casi un tercio de todo el flujo del comercio internacional, destacando entre ellos  tres naciones latinoamericanas: Chile, México y Perú. Derivado de esto, la amenaza al TLC o NAFTA, es una realidad que requiere de atención delicada y profesional. Videgaray ciertamente no mostró resultados favorables como Secretario de Hacienda, pero si mostró visión política en dos sentidos: como autor intelectual del regreso del PRI a los pinos y como artífice de una reunión que preparaba a nuestro país para la inminente elección del magnate republicano. Videgaray ha regresado, y el momento no puede ser más que oportuno, y no porque su presencia sea imprescindible para la existencia de ésta nación, sino porque no se ve ni el mediano ni largo plazo, intenciones de nuestro  país para dejar de depender económicamente del vecino país del norte.  
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