"Aplasta su cabeza con una
roca, degüéllalo con un cuchillo, atropéllalo con tu automóvil o empújalo desde
un lugar elevado", […] "Especialmente
a los rencorosos y sucios franceses". Con estas palabras, Abu Mohamed al Adnani, vocero del Estado
Islámico (EI) alentaba en 2014 el asesinato de lo que ellos denominan “infieles
occidentales”. Y es que el reciente atentado en Francia, particularmente en
Niza, en donde murieron 84 personas, no es ya una casualidad en una Francia que
ha sido azotada de manera recurrente por el terrorismo en lapsos demasiado
cortos, y eso que es Francia una de las naciones que menos han intervenido en
la llamada lucha contra el terror, señalando igualmente que en tan solo el
lapso de un año, han sufrido seis ataques con resultados altamente fatídicos.
De poco sirve explorar las causas del por qué esta nación ha sufrido atentado
de manera reiterativa, cuando lo que importa saber es conocer las estrategias
para evitar se siga lastimando a la sociedad y que estos sucesos puedan
replicarse en otras latitudes poniendo en peligro el avance de la Democracia en
pleno siglo XXI. Una de las primeras consecuencias es sin duda el ostracismo que
se avecina contra minorías que por el solo hecho de poseer rasgos latinos u
orientales sean sospechosos y señalados de activismo terrorista y por ello sean
repatriados a sus países de origen, siendo este un acto de discriminación que
atenta contra los principios básicos de un Estado de Derecho. El reciente
BREXIT en Reino Unido es una prueba de hasta donde una nación busca aislarse
como medida de protección contra el fundamentalismo o extremismo en aras de
mantener la tranquilidad en su seno social, trayendo como consecuencia
problemas de índole mundial en ámbitos tanto económicos como sociopolíticos. De
igual manera, actitudes como la intolerancia se refuerzan y son captadas y
esgrimidas contra minorías por líderes que con ideologías recalcitrantes como lo
son Donald Trump en Estados Unidos o la misma Marine Le Pen del Frente Nacional
en Francia que fortalecen la extrema derecha con todas las consecuencias
perniciosas que trae consigo este fortalecimiento y que, cabe mencionar, están
incrementando de manera preocupante su popularidad.
Desde luego que cada nación es
responsable de establecer sus requisitos o controles a la inmigración, sin
embargo, actitudes xenófobas son alimentadas en detrimento de todos los que por
las razones que sean, han decidido buscar el desarrollo personal en diversos
países y con ello inyectar dinamismo a la economía mundial, pues se calcula que
son 1. 670 millones de dólares, la cantidad total de efectivo que los migrantes
del mundo en desarrollo envían a sus familias, lo que pudiera verse afectado en
caso de controles más estrictos a la migración y la posible repatriación de
personas que por su color de piel o religión pudieran ser sospechosos de
actitudes fundamentalistas. Estamos llegando sin duda alguna, al escenario que
vaticinara acertadamente el politólogo Samuel P. Huntington, en su brillante
libro titulado: “El choque de civilizaciones”, en donde la tesis del
intelectual es sencilla: “las relaciones entre civilizaciones variarán
normalmente de lo distante a lo violento”.
Nos enfrentamos sin duda a un terrible enemigo: el extremismo, y quizá
todavía peor, a sus consecuencias: la mutilación de la Democracia. La solución
no estriba ya en el diálogo, pues tratándose de prejuicios y fanatismos
religiosos y culturales las personas simplemente abandonan el racionalismo y
caen en los brazos del fanatismo. Nos toca como sociedad educar a nuestros
hijos en la cultura del respeto hacia los demás, de la obediencia hacia la ley,
de la convivencia bajo el estigma de la tolerancia. De otro manera, seremos
participes del extremismo y la intolerancia que tanto daño hacen a nuestras
sociedades.
0 comentarios :
Publicar un comentario