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LA MIRADA DE DIOS Y LAS MANOS ENSANGRENTADAS / JAVIER RODRIGUEZ LOZANO

El Papa Francisco condenó al narcotráfico –que tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque los bolsillos llenos de dinero sórdido, pero la conciencia anestesiada- en un marco histórico, en el que insistió en La Mirada de Dios y llamó a la Iglesia Católica mexicana a no dar viejas respuestas a las nuevas demandas; es decir, “a no dormirse en sus laureles”. A su manera, en su mensaje a los obispos de México, Su Santidad describió la realidad mexicana, paso a paso, como si tratara de homologar en sus pasajes retórico litúrgicos, los trazos exactos de Gustavo Doré en la Divina Comedia. Pertenecerse a sí mismos, antes que pertenecer a otros, pidió; reprochó los macabros símbolos para comercializar la muerte… Les rogó a obispos no menos valorar el desafío ético y cívico que el narcotráfico representa para la juventud y la sociedad mexicana. La proporción del fenómeno y la complejidad de esa causa, la gravedad de la violencia no nos concierne a nosotros a refugiarnos de ella, exigen de un coraje profético y un cívico proyecto pastoral, para entretejer aquella delicada red humana en la cual, de otro modo, todos seríamos derrotadas. Liberar de las aguas donde se ahogan tantas víctimas. Las manos siempre manchadas de sangre con bolsillos llenos de dinero sórdido y conciencia anestesiada… agua. No se dejen llevar por la van búsqueda de cambiar de pueblo, como si el amor de Dios no tuviera la suficiente fuerza para cambiar… Con los hilos mestizos de nuestra gente Dios entretejió el rostro con el cual se da a conocer… Una mirada de singular delicadeza pidió el Papa para los pueblos indígenas, fascinantes y no pocas veces masacradas. Laberinto de la soledad de la nación. También la Iglesia en México estaría condenada a sufrir la inferioridad relegada en algunos periodos de la historia, cuando su voz fue silenciada, o aventurarse en los fundamentalismos para volver a tener certeza… Llamó a obispos y sacerdotes a reunir a todos y no solo a una parte. Una tercera reflexión: Mirada atenta y cercana, no adormecida, a no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas. Ay de ustedes si se duermen en los laureles. Están asentados sobre patas de gigantes. Conservar la comunión y la unidad entre los religiosos, si tienen que pelearse, peléense, pero como hombres, en la cara, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal. Nunca el pueblo mexicano conoció un discurso papal más fuerte: “No se necesitan príncipes”, les advirtió el Papa a Arzobispos, obispos y sacerdotes. Una última palabra para expresar el aprecio del papa por todo cuanto están haciendo para enfrentar el desafío de la época, que son las migraciones, las peregrinaciones en busca de nuevas oportunidades.

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