Donaldo Trump es empresario tramposo, exitoso y multimillonario, no sabe mucho de política, pero, tiene en sus manos y en su mente el arte de hacer dinero. Sabe negociar. Es golpeador y rudo cuando hay de por medio dinero y también los intereses de su país.
Enrique Peña Nieto es político millonario. México entero sabe que no tiene carácter para negociar, que aún sin sentarse a la mesa a discutir, ya aceptó la expulsión de mexicanos de los Estados Unidos, sólo que, pide que sea poco a poquito.
Así, mientras que el mal querido y nuevo presidente de los Estados Unidos está sentado firmando acuerdos y decretos, muchos de ellos en contra de México, Trump mantiene esa actitud de soberbia, de bendecido por Dios y por ello está manos a la obra y, tal y como lo advirtió: “llegó la hora de la acción” y ya lleva dos o tres golpes muy certeros en pleno rostro e hígado de los mexicanos.
En cambio aquí, el presidente de los mexicanos apenas está eligiendo las canicas con las que pretende ponchar al temible “emperador yanqui”. Pero antes de pintar su raya y hacer el hoyo, Peña Nieto presentó un decálogo de buenas intenciones con las que pretende presionar y espantar al diablo de las barras y las estrellas. “Ni confrontación ni sumisión”, dice que será su credo ante Trump, quien si algo sabe, es precisamente confrontar y doblegar. Perdonar no es su oficio.
Como decían las abuelas en la Revolución Mexicana: “Dios nos agarre confesados”, porque ahora, paradójicamente México está más cerca de Dios que de los Estados Unidos. Lo que no sabemos es a qué país habrá de bendecir y cuidar el Señor de los Cielos.
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