News
Loading...

ENTRE RÍOS DE VIDA, DESFILÓ LA MUERTE / José Santos Navarro Monroy


Puntual llegó la muerte a la CDMX. Elegante –como siempre-, atrayente. Con gran garbo la Catrina vino del más allá con su inmortal sex appeal; su mirada profunda -sin ojos-; su sonrisa seductora y sus huesos totalmente palacio.
La flor de cempasúchil convirtió al Centro Histórico en “La capital de los mil soles”. Así, entre calacas y sonrisas, música y alegría: la muerte y la vida se entendieron, se juraron amor eterno y entrelazados de la mano encabezaron el Primer Festival de Día de Muertos.
La Señora de la Hora Suprema arribó acompañada de un montón de recuerdos, de cenizas calientes, de mariposas blancas y flores silvestres amarillas, flor de cempasúchil, papel picado, calabaza, tequila y camote para dar vida y sabor a su altar… para darle un poquito más de vida a todos aquellos que ya tomaron camino.
Puntuales llegaron las almas a la Ciudad de los Palacios. En todo el país hay fiesta: el mundo lo sabe y se admira. Por eso, saltan los vivos recuerdos de los seres queridos que volvieron para convivir y pasear en las calles, para reunirse en los panteones sin alterar el paso del tiempo. “Antes muerta que sencilla”, canta la Catrina, la embajadora, la hija del ilustrador, del artista José Guadalupe Posada.
Pasaditas las 3 de la tarde el sol caía a plomo, quería espantar a la muerte y hacerla cenizas, pero, ahí, estaba el Ángel de la Independencia para garantizar la libertad, la independencia de vivos y muertos. Inició el desfile: la muerte se movía con soltura, se sentía en casa, mientras que el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera y el secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, daban el banderazo.
Así, entre un caudaloso río de vida comenzó a desfilar la muerte. Elegantes catrinas vestidas de tehuanas, adelitas, mujeres aztecas, chinas poblanas, pero, esencialmente elegantes, con porte y garbo, con olor a dulce perfume del Más Allá –de Carolina Herrera-, se apoderaron del Paseo de la Reforma, hasta llegar al Zócalo.
El trayecto fue de fiesta. Los funcionarios quedaron atrás, ahora el pueblo se hacía cargo de la muerte, de la alegría, del desfile, de convivir, de gritar y de admirarse ante las monumentales calaveras al estilo 007, del agente James Bond quien dio la idea de cómo festejar en grande a la huesuda: la que nos pela los dientes.
En peores panteones me han dado la doce… se oyó la voz de un hombre viejo y, una dama respondió: ¡Espántame panteón..!. Y así, entre frases, comentarios, gritos, miradas de niños que no sabían lo que pasa, comenzaban a confiar en la muerte, a perder el miedo, más no el respeto a la huesuda que cada año viene de allá de los Trece Cielos según la mitología azteca.
Más bien fue la muerte quien se espantó de ver tanta gente –venida de otros cielos- tan llena de vida a todo lo largo de la avenida Reforma. El desfile inició con un grupo de danzantes Aztecas con su inmortal ritmo de tambores y el sonido de caracoles en sus pies desnudos. Había música que enmarcaba el vanidoso paso de las Catrinas, carros alegóricos con ofrendas a los muertos, con papel picado, alimentos, bebidas y flores de cempasúchil que invitaban a dar un rápido pero alegre viaje a Mictlán (Lugar de los Muertos, al inframundo de los mexicas).
La peregrinación de los fieles difuntos –chiquitos y adultos-, acompañados de la mano por los vivos, llegó al cielo abierto del Zócalo capitalino, cuya plancha deteriorada, también muerta con infinidad de baches –para el peatón-, se había convertido otra vez en una gran laguna de cemento, donde por rutas imaginarias llegaron 113 trajineras venidas de lugares distantes, capitaneadas por seres cadavéricos, pero, orientadas por el amarillo soleado de las flores de cempasúchil.
Nadie miraba a Palacio Nacional, ahora el grito fue de La Llorona. La catedral metropolitana era el fondo perfecto para los millones de fotografías que se tomaron al arribo de la muerte a la Plaza de la Constitución. En el viejo Palacio del Ayuntamiento, donde despacha el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, asomaban por los balcones un mariachi loco y cadavérico, pero, tocaba buen son.
Así, cayó la noche y las catrinas nocturnas iniciaron el recorrido ciclista y a pie. Fue un día inolvidable, para muertos y vivos. Fue un día de calaveritas y calaverotas. Ahora, toca a los vivos ir a los panteones; llevar flores y oraciones. Comida y bebida para acompañar en la tumba a sus seres queridos.
Toca ahora a los vivos, desfilar entre pasillos y calles de camposantos y convertir las tumbas en maravillosos jardines de flores, donde el cempasúchil, la flor de los cuatrocientos pétalos se convertirá en galaxia de soles. Toca ahora a los vivos, seguirle los pasos a la muerte.
Share on Google Plus
    Blogger Comment
    Facebook Comment

0 comentarios :

Publicar un comentario