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ADIOS, MAESTRO NARANJO / José Santos Navarro


México:- Sólo le bastaban unas líneas, unos trazos y pequeñas rayas que dejaban ver grandes y amargas realidades: La verdad fue su estilo.
Su oficio el ingenio, su vocación la mordacidad de trazar, decir sin palabras, denunciar sin aspavientos; navegar sobre papel y cartones con su puntiagudo y crítico lápiz; sus inconformes crayones negros aprendieron a hablar con sólo mirar.
Sin palabras decía muchas cosas. Desnudaba la verdad y en sus cartones dejaba ver la corrupción política, el abandono del pueblo, la injusticia de la autoridad, el abuso de los jueces, los colmillos de los empresarios y ese andar arrastrado de líderes sindicales.
En sus caricaturas ya daba cuenta del gran muro que hay entre Estados Unidos y México. De un lado los marihuanos y, del otro, los corruptos.
Con sus trazos perfectos el pueblo sabía qué presidente había metido la pata o, se había levantado pensando en cómo fregar al pueblo. Un bigote, una mirada, la cabellera de una dama de la política, daban la nota perfecta y el pueblo reía, aunque fuera representado por un obrero cadavérico o perro pulguiento.
¿Cómo olvidar a sus personajes con grandes abrigos y elegantes sombreros? Y junto a ellos el trabajador muerto de hambre.
Naranjo con sus cartones escribió un libro de trazos, líneas y formas que sobre la escuela del papel blanco, aprendieron a leer, a hablar, a hacer cuentas y a cobrar impuesto a los malos políticos: había y hay mucha tela de dónde cortar.
Naranjo caricaturizó a la política, le quitó ese toque divino y sacrosanto, para bajarla a nivel de las coladeras, por donde corre el agua sucia, por donde salen los gases pestilentes que anuncian que la política, los partidos y sus militantes huelen mal, que las cosas en el país no van como el pueblo merece y las quisiera.
Para él no fue necesario darle rostro propio a la corrupción. Bastaba el retrato de cualquier político, de un presidente, de un líder, de un vividor… Una mueca en los rostros de sus personajes en sus cartones, bastaban para saber, entender, reír y repudiar a los malos servidores públicos, a los políticos corruptos, a los presidentes que no hicieron su trabajo y, otros, que hoy piden al pueblo buena vibra.
Su lápiz, su plumón, crayones, hojas blancas y su aguda vista, bastaban para hacer su trabajo, hacerlo bien en tiempo y forma. Sin duda en sus cartones, en su trabajo deja una gran herencia, una gran escuela, para aprender el arte de la crítica aguda, sin tintes de piedad. Se fue el maestro, pero, nos dejó su filosofía de ver la verdad siempre y sobre cualquier abuso de autoridad. Adiós maestro Naranjo.
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