Paradójicamente
resulta ser así, a pesar de contar con una economía que ha crecido a la mitad
de las proyecciones estimadas (2%, SHCP), a pesar de contar con un presidente
con una aprobación de las más bajas de la historia de nuestro país (40% El
Universal)), a pesar del incremento de la violencia que ha dejado a la fecha desde
el inicio de este sexenio la cantidad de 65 209 muertos con un aumento de 34%
de muertes violentas (El Economista). A pesar de que los índices de pobreza
aumentaron sumándose a ella dos millones de personas entre 2012 y 2014 (El
Financiero y CEPAL), y a pesar de estas y muchas calamidades más que sufre
nuestro país, el Foro Económico Mundial, a través del “Índice Planeta Feliz”,
en su reciente investigación arroja que nuestro país es el segundo más feliz de
los 140 medidos en dicho índice. Nuestro nivel de felicidad, inclusive, es muy
superior al de los países nórdicos, cabe mencionar que este estudio se enfoca no solo en índices de bienestar, sino en factores como lo son la expectativa
de vida, la inequidad, la huella ecológica, la sustentabilidad, o en otras
palabras, “cómo se están desempeñando los países para lograr que sus ciudadanos
tengan una vida buena, feliz y sustentable”. Dicho informe resulta bastante
paradójico, pues con las condiciones fatídicas antes mencionadas, resulta
bastante irónico que la percepción de los encuestados arroje como resultado
índices bastante sugestivos de felicidad. Pareciera sin duda un mal chiste, sin
embargo, no resulta sorprendente en una sociedad bastante conformista, que se
informa poco, que participa poco o nada y cuya característica es la falta de memoria
a mediano y largo plazo y con manifestaciones radicales de prejuicios y
fanatismos anteponiendo siempre lo trivial a lo trascendental.
Entre
los aspectos que menciona el informe que respaldan dichos datos, destacan el
impuesto a las bebidas azucaradas, lo que menciona que ha provocado la
disminución del consumo de dichas bebidas en un 12%, además de destacar la
cobertura casi universal de los sistemas de salud entre la población.
Curiosamente, el centro de estudios económicos de El Colegio de México
(COLMEX), señala que el consumo de estas bebidas entre las personas con más
bajos ingresos no ha tenido variaciones significativas, por lo que el alza al
impuesto no ha disminuido el consumo, pero si ha aumentado los ingresos
gubernamentales. Esto demuestra que hay ciertas inconsistencias en los
argumentos para respaldar la felicidad de los mexicanos, además, dudo mucho que
familias acostumbradas a consumir refresco en su comida, encuentre felicidad si
de pronto dejan de consumir una bebida que simplemente se vuelve adictiva. Y ni
hablar de los servicios de salud, que tanto del IMSS como del Seguro Popular
dejan mucho que desear en cuanto a su eficiencia operativa.
Definitivamente,
los mexicanos hacemos honor al estoicismo y a la resiliencia, soportando
calamidades como buenos y obedientes infantes siguiendo al pie de la letra la
sentencia de Adam Smith: “deja hacer, deja pasar”.
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