Lecciones al bendecido
Nadie es profeta en su tierra, reza el refrán.
Una prueba de ello, es la estrepitosa derrota electoral sufrida por Andrés Manuel López Obrador en el estado de Tabasco.
Arrastrada que deberá aguantar, a pesar de sus berrinches.
Callar, es uno de los métodos sugeridos al dueño de MORENA.
Someterse al castigo infringido por Arturo Núñez, el gobernador.
Tendrá que expiar el morral de culpas que lleva dentro.
Sacrificar un poco de la inmensa vanidad que carga, y saberse derrotado por alguien a quien considera menor.
Núñez Jiménez, quien fue director del IFE a nivel nacional, lo remolcó.
Prácticamente, lo humilló.
Ahora para ocultar la degradación que vive, AMLO lo tilda de “mapache electoral”.
Ambos fueron distinguidos perredistas.
En la actualidad, como muchos más, enemigos.
Postrarse frente al victorioso, un remedio válido.
Arrastrarse y serpentear para conseguir el disimulo.
Haber ganado una alcaldía de las 17 que estaban en juego, no permite que AMLO se ufane.
Mucho menos que pudiera decirse triunfador.
Por eso le duele degradarse y saberse superado.
César Raúl Ojeda Zubieta, secretario de gobierno y en algún tiempo subordinado de López, le restriega la derrota en la cara.
Lo que motiva cólera, pataletas y desgarre de vestiduras.
Pero la ira no remedia ni modifica los resultados electorales.
AMLO sostiene que Núñez traicionó a quienes lo hicieron gobernador.
Reflexión demencial, porque fue el PRD el que lo encumbró.
No fueron MORENA ni El Peje.
Tampoco queda que busca cobrar facturas ajenas.
Entendida su frustración, pero no justificado su chantaje.
Las rabietas ante sus paisanos, lo retratan como es.
Intransigente y veleidoso. Irracional.
El furor de la derrota lo pinta disminuido, tal cual.
Ese es el personaje que delira con gobernar a millones de mexicanos.
Habrá a quien le parezca intrascendente consideración, pero está vigente.
Francamente difícil que en 3 años remedie o resuelva sus dolores.
La amargura que le aflora, difícil de borrar.
Al tiempo.
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